El Círculo de Bellas Artes de Madrid (CBA) acoge estos días y hasta el 28 de diciembre una exposición tituladaJean Dubuffet o el idioma de los muros, acompañada de los poemas que Eugène Guillevic (1907-1997) escribió sobre el mismo tema. En realidad, las litografías de Dubuffet (1901-1985), máximo exponente del art brut, oarte bruto, son posteriores a los poemas sobre los muros. Aquellas fueron compuestas en torno a 1944 e inauguran el taller del artista galo que ocuparía hasta el fin de sus días en la casa de la avenida Maintenon, provista de dos estudios, que le permitiría llevar al mismo tiempo dos talleres: el de los dibujos y el de las pinturas. Entonces trabó amistad con la inteligencia parisina de aquellos días bélicos en los que el Estado Francés (más conocido como Gobierno Títere de la Alemania Nazi o Francia de Vichy) estaba separado en dos mitades: pintores, escritores y poetas como Pierre Seghers y André Parrot o Paul Eluard, André Frénaud o Queneau, entre otros (a quienes Dubuffet detestaba o, por lo menos, de los que trataba de distanciarse, porque se sentía ajeno a todo aquel carácter y comportamiento intelectual), lo visitaban de la mano de Jean Paulhan, eminencia del mundo de las letras parisinas. Éste también le presentaría a su primer marchante: René Drouin.

Pero esta exposición, no lo olvidemos, no está vetada al público inexperto en materias artísticas, todo lo contrario. En sus Escritos sobre arte (1967), Jean Dubuffet aseguraba no aspirar a la «exclusiva delectación de un puñado de especialistas», sino que le gustaba mucho más (y esta era una preferencia) que sus lienzos «divirtiesen e interesasen al hombre de la calle cuando sale de su trabajo y en ningún caso al maniático, al iniciado, sino al hombre que no tiene ninguna instrucción ni disposición particulares». Para él todo el mundo es pintor y todos son ‘espectadores en bruto’, como es un ‘artista en bruto’ quien ha creado los cuadros (y que no se debe confundir con embrutecido): el artista que trabaja con la sola intuición frente a sus obras y no con la losa de negar la tradición constantemente, como hicieron, por ejemplo, las vanguardias. Y ahora, con la infame y simple educación en que vivimos, es cuando El idioma de los muros tiene mayor relevancia, puede ser entendido: frente al muro elitista de la representación del arte de las vanguardias, estaría el muro verdadero (expresiones artísticas amateurs, locos, niños: quienes se sitúan al margen del arte). Porque el ‘arte bruto’, y, en concreto, el ‘idioma de los muros’, es un arte espontáneo, sencillo y transitorio, una proyección pura del individuo, cuyo museo no existe, pues, como aseguraba Dubuffet: el arte bruto es un arte que no encuentra su lugar en un museo.
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